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Catedral.
Impresión UV sobre lienzo, 160 x 244 cm, 2015

 

 

Pieles.
Acrílico sobre lienzo, 10 fragmentos de 60×80 cm c/u, 200×400 cm 2015-2016

 

 

 

Lugar de espera 1,2.
Acrílico sobre lienzo, 350×140 cm, 2016

 

 

 

Develamiento.
Acrílico sobre lienzo, 30 cuadros, 20×30 cm c/u 2016, Video 4´39”, 2016

 

 

 

Nocturno 1,2.
Acrílico sobre lienzo, Intervención Jonathan Mosquera, 165x22O cm. 2016-2019.

 

 

El recuerdo que permanece en el horizonte es una de las claves para comprender que la tarea del artista debe buscar el equilibrio entre la zona de su intimidad y la vida pública que se le ofrece como escrutador de la realidad. Esa línea sombría que aparece al rememorar el pasado y el presente es cuestión de una distancia que, en el caso de la reunión de la última producción de Patricio Palomeque, deviene en una suerte de cartografía de la intimidad, situada en el entorno urbano de una ciudad que puede ser alegoría tanto del estado del propio artista, como de la situación histórica en la que vive el presente de la sociedad actual. 

La inmersión en los distintos aspectos urbanos de Cuenca conduce al espectador a una suerte de recorrido tan melancólico y fantasmal como la propia historia. Nos encontramos en lugares de espera iluminados por una luz gris y fría que bien pueden estar localizados en cualquier espacio donde se abran las plazas a los paseantes. Las bifurcaciones al divagar sin rumbo conducen a espacios donde la espera en un banco o un peldaño se ha reconvertido en alegoría. Esa otredad que constituye el desarrollo de los espacios públicos como lugares de manifestación es también la prueba de lo que significa ser democrático. 

El fragmento de la obra constata que la atención a los monumentos es una prueba de la línea sombría que jalona el desgaste propio del tiempo borrado. Las imágenes de Patricio Palomeque configuran una lectura de lo que sucede en la calle, pero también en el recuerdo. En esa pérdida de memoria surge el paisaje urbano como prueba de que existe una alianza entre la descripción histórica y la poesía como influencia mítica. Son las cabezas que reposan con la boca cosida o la mítica historia de los héroes esperando un tiempo que no deja de borrarse en la pérdida de memoria. Esta distancia con el futuro y el presente trata de crear una imagen capaz de retornar sobre los propios pasos, dirigidos a transitar no solo por las plazas y las calles, sino adentrándose en espacios donde la luz prueba la retención de esa línea no imaginaria, sino real como la misma umbría que se abandona. 

José Luis Corazón Ardura

Aunque es un viejo habitante del Centro Histórico de Cuenca, Patricio Palomeque mira la ciudad como un extraño, como un extranjero. Pasados a blanco y negro esos parques y parajes que sabemos de memoria parecen invadidos de una cierta anomalía y como tal nos provocan extrañamiento e inquietud. Si en la célebre novela de Joseph Conrad cruzar “la línea de sombra” entraña el tránsito de la juventud despreocupada a la madurez consciente, cuando José Luis Corazón se apropia de este título para comentar la obra de Palomeque –quien su vez lo adopta para nombrar su exhibición, en una cadena de saqueos textuales– parece aludir justamente a ese otro pasaje que lleva a cabo nuestro artista: de la transparencia de postal turística a la opacidad secreta que está en el fondo de toda ciudad moderna.

Ese paso supone además el salto de la vista como mero fenómeno fisiológico a la visión, o sea, a la interpretación personal del entorno, interpretación que entraña una interpelación e interrogación profundas de la urbe. Pero la visión es también la capacidad de ver más allá de la realidad dada, con los ojos de la imaginación, por eso la poesía con su potencial visionario es uno de los detonantes de su trabajo. Así que cuando Palomeque a través de sus videos y sus cuadros (resultado de una serie de trasvases técnicos: fotografía, procesamiento digital, pintura) nos entrega sus “visiones de la ciudad”, nos ofrece una ciudad otra, distinta, secreta, como entrevista en sueños –de allí su aspecto espectral, desértico, sombrío–, y nos invita a repensarla, a releerla, a repasarla.

Cristóbal Zapata