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Jardín transparente.
Acuarela y tinta sobre cartulina, imprecion digital sobre seda. 2022

 
 

 

Es más que probable que vincular la belleza a un ideal racional sea uno de los programas de la modernidad que ha conducido con mayor celeridad a la busca de un sentido de lo imaginario. Si desde Baudelaire podemos apreciar que en el orden poético se encuentra el carácter dual de lo bello y lo artificial, lo cierto es que en esas flores de mal que presentaba para demostrar que lo contemporáneo era poner un ojo en el pasado y otro en el futuro aparecen muchas referencias a los tópicos que pudieran haber creado, más que un jardín mágico, una selva oscura donde se trasluce un sentido enigmático como corresponde a la imaginación.

Patricio Palomeque invita a penetrar en ese espacio donde un cierto espíritu selvático crece en la sombra del deseo, el dolor o la realidad. Nos rodea de plantas afiladas, muestra que en el interior de esos frutos aparece un cuerpo dispuesto a engullir con la certeza de que estar en un jardín sea una experiencia alejada de lo contemplativo o de una idealización que suele acompañar a la visión romántica de la naturaleza. 

La selva, cuando rodea, no es lugar habitable. Nos pierde y crece, necesitamos saber qué significan los ojos ocultos que observan camuflados bajo esa apariencia vegetal que esconde al animal dormido. Es la noche oscura cuando ilumina con sonidos amenazantes bajo los árboles, cuando se precisa escarbar en la tierra creciente y aparecen los restos humanos como prueba de una ley donde lo que era racional y capital queda convertido en fetiche. Es transparente lo que todo penetra. Es en ese lugar donde lo inhóspito se convierte en ese límite abarcable donde es preciso encontrar un espacio donde apenas llega una luz.

José Luis Corazón Ardura